
La aventura en la carpintería comenzó de una manera muy personal: quería un mueble especial para mi hogar. En lugar de comprarlo, mi papá me animó a construirlo yo misma. Ese fue el primer paso que transformaría mi vida.
Desde el principio, me enfrenté a los estereotipos. La gente me llamaba arquitecta o diseñadora, pero yo soy carpintera, con orgullo. Aún hoy, siento que es raro ver a una mujer en este oficio. Pero eso no me detiene, al contrario, me impulsa.
Creo que las mujeres tenemos una sensibilidad especial, un toque de orden, precisión y elegancia que se refleja en nuestro trabajo. Quiero ser un puente, una inspiración para que otras mujeres vean que pueden lograr lo que se propongan, sin importar los obstáculos.
Ser mamá es una parte fundamental de mi vida. A veces, tengo que hacer malabares para equilibrar mi trabajo en el taller con las actividades de mi hijo. Pero cada esfuerzo vale la pena.
He aprendido que cuando haces las cosas con el corazón, los resultados son extraordinarios. Pasé de diseñar en una oficina a diseñar y fabricar los muebles que la llenan. ¡Esa es la magia de la carpintería!.
Mi sueño es seguir siendo mamá y carpintera por muchos años más. Quiero compartir mi conocimiento, inspirar a otros y demostrar que no hay límites para lo que podemos lograr.